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ETAPAS DEL SEMINARIO: INSERCIÓN

  • Foto del escritor: Diócesis de Celaya
    Diócesis de Celaya
  • 27 sept
  • 2 Min. de lectura

Etapa de inserción


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La etapa de inserción se sitúa entre el cierre de la residencia en el seminario y la ordenación presbiteral, tras la recepción del diaconado. No es una mera prolongación del estudio; es el momento en que el futuro sacerdote pasa de la teoría a la práctica pastoral, asumiendo de manera plena la responsabilidad que la vocación le exige.


Durante este periodo el candidato está llamado a declarar, de forma libre, consciente y definida, su voluntad de ser presbítero. Esta decisión debe ser una inversión personal: el seminarista se compromete a servir donde sea asignado, aceptando la misión que la Iglesia le confiere. La libertad de la elección es esencial para garantizar que la ordenación sea el fruto de un auténtico discernimiento interior.


El obispo es quien tiene la responsabilidad directa de la etapa de inserción. Su autoridad garantiza que la formación pastoral se realice bajo la visión y el cuidado del magisterio eclesial, situando esta fase como la transición entre la formación inicial y la formación permanente que seguirá después de la ordenación.

Cada candidato queda bajo la tutela de un coordinador designado por la diócesis. Este coordinador actúa como puente entre el obispo, el rector del seminario y los párrocos que acogen al seminarista. Su función es cultivar una relación filial y de confianza, asegurando que el futuro sacerdote reciba el acompañamiento específico necesario para afrontar los retos pastorales cotidianos.


Durante la inserción el candidato continúa desarrollándose en cuatro áreas fundamentales:

1.      Dimensión humana‑antropológica – profundiza en el conocimiento de sí mismo y de la naturaleza humana, sentando las bases de una pastoral auténtica.

2.      Dimensión espiritual – se fortalece la vida interior de oración y la unión con Cristo, elemento indispensable para cualquier ministerio sacerdotal.

3.      Dimensión intelectual – se afianza el dominio de la doctrina y la capacidad de transmitirla de forma clara y pastoral.

4.      Dimensión pastoral – se practican la liturgia, la administración de sacramentos y el acompañamiento de la comunidad.

 

Al concluir la etapa de inserción, el candidato debe haber demostrado competencia pastoral, haber confirmado su vocación ante el obispo y los formadores, y haber consolidado su identidad sacerdotal, internalizando los valores de servicio, humildad y obediencia que caracterizan al sacerdote. Solo cuando la gracia de Dios, la guía de los formadores y la voluntad del obispo convergen, el joven podrá pasar al sacramento del orden sacerdotal y convertirse en un verdadero siervo del Evangelio para la Iglesia.


 
 
 

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